¿Dolor en tus dientes? Descubre si es un absceso dental y aprende las mejores prácticas para su tratamiento.

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Aunque las caries y los problemas de encías suelen ser las afecciones dentales que llenan las consultas de las clínicas dentales, no podemos olvidarnos de un problema que, aunque menos frecuente, resulta bastante doloroso y potencialmente grave si no se trata adecuadamente: los abscesos dentales.

¡Hablemos un poco más de ellos!

¿Qué es un absceso dental?

Un absceso dental se caracteriza por ser una bolsa de pus que emerge en el interior de un diente o en las encías debido a una infección bacteriana.

Dicha infección puede tener diversos orígenes, aunque comúnmente es el resultado de caries que no se han abordado adecuadamente. Si estas caries se descuidan, brindan una vía para que las bacterias accedan a las profundidades del diente, alcanzando la pulpa. A partir de ahí, la infección puede propagarse hacia la raíz y otros tejidos circundantes, generando el mencionado absceso.

Por otro lado, condiciones como la gingivitis o la periodontitis, así como lesiones traumáticas en la boca, son también puertas de entrada para estas bacterias, desencadenando igualmente procesos infecciosos.

El pus que se ha generado en el absceso es una mezcla de tejido muerto, bacterias y células blancas del cuerpo que intentan combatir la infección. Su presencia causa síntomas muy notorios y molestos que pueden ir más allá del área afectada.

Síntomas y señales de alerta de un absceso

Por lo general, el primer indicio de un absceso es un dolor intenso y persistente en el área afectada, que puede aumentar al masticar o al ingerir alimentos y bebidas frías o calientes.

Además del dolor, es común experimentar inflamación y enrojecimiento en los alrededores de la encía, así como un mal sabor o aliento fétido proveniente de la infección.

En casos más avanzados, puede surgir fiebre, una señal clara de que el cuerpo está luchando contra la infección.

Por lo tanto, si se presentan estos síntomas, habrá que acudir al dentista lo más pronto posible, ya que un absceso no tratado puede conducir a problemas más serios.

Tipos de abscesos dentales

Existen tres principales tipos de abscesos dentales:

Absceso periapical

Situado en la punta de la raíz del diente, es uno de los más comunes.

Por lo general, es el resultado de una caries dental profunda que ha permitido que las bacterias invadan la pulpa del diente. Una vez que la pulpa, que es el núcleo central del diente, está infectada, el sistema inmunológico del cuerpo responde formando un absceso.

Absceso periodontal

Este tipo se forma en las encías al lado de la raíz de un diente. Se origina, normalmente, debido a enfermedades de las encías como la periodontitis. La infección se produce en los espacios creados por la separación de la encía del diente, conocidos como bolsas periodontales. La profundidad de estas bolsas determinará, en gran medida, la gravedad del absceso.

Absceso pericoronal

Específicamente asociado con el tercer molar o muela del juicio, se desarrolla cuando existe un espacio entre el diente y la encía, lo que permite que alimentos, bacterias y otros residuos queden atrapados. Si estos detritos no se eliminan, pueden causar una infección que resulta en este tipo de absceso.

Además de estos tipos principales, es importante mencionar que los abscesos dentales pueden variar en gravedad. Algunos son superficiales y limitados a una pequeña área, mientras que otros llegan a ser más profundos y extensos, abarcando una mayor parte de la estructura dental y de las encías.

El riesgo asociado con cualquier tipo de absceso radica en la posibilidad de que la infección se propague a otras áreas de la boca o, en casos más severos, a otras partes del cuerpo. Dada la cercanía de la boca al cerebro y a otras estructuras vitales, es esencial tratar cualquier signo de absceso dental con la seriedad y urgencia que merece.

¿Cuáles son los tratamientos más comunes para abordar un absceso dental?

La primera línea de acción, al identificar síntomas de un absceso, es acudir a un profesional dental para una valoración precisa. Una vez diagnosticado, el tratamiento suele comenzar con el drenaje del absceso para eliminar el pus y reducir la presión en el área afectada. Dependiendo de la causa y la gravedad de la infección, es posible que haya que prescribir antibióticos para combatir y prevenir la propagación de las bacterias.

Sin embargo, el tratamiento no se termina con el alivio de los síntomas inmediatos. En algunos casos, puede ser necesario realizar procedimientos dentales adicionales, como una endodoncia, para tratar y salvar un diente afectado por el absceso o una extracción, si el diente está gravemente dañado.

Prevención y cuidados post-tratamiento

Aunque el tratamiento de un absceso es efectivo, prevenir su aparición es siempre la mejor estrategia. Mantener una higiene bucal adecuada, que incluya cepillado regular, uso de hilo dental y enjuagues bucales, es fundamental para evitar infecciones. Además, las visitas regulares al dentista permiten detectar y tratar problemas en sus etapas iniciales, antes de que se conviertan en afecciones más serias.

Por último, no hay que olvidar que después de recibir tratamiento para un absceso, hay que seguir al pie de la letra las recomendaciones del dentista para garantizar una recuperación completa y evitar recurrencias. La boca es la puerta de entrada a nuestro organismo, por lo que cuidarla es vital para proteger nuestra salud general.

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